A veces, además de escribir estos relatos ficticios que me surgen así nomás y de manera automática, tengo ganas de escribir lo que me pasa.
En este caso, debo contar de manera muy escueta y sin entrar
en detalles, lo que pasó el 23 de diciembre de 2023.
Ese día, sábado, estábamos en casa, mi esposa, mi hijo y yo,
almorzando. En un momento dado, mi esposa dice desde la cocina “tengo un problema…”.
Automáticamente, mi hijo hizo una seña de “¿uno solo??”, mientras que yo decía en
voz alta “¿Sólo uno?”. Ambos nos reímos de la coincidencia y mi esposa llego
con una botella descartable de gaseosa y nos golpeó a ambos en la cabeza. Nos reímos
mucho los tres, tanto, que me dolió la panza.
Terminamos de almorzar y decidimos dormir la siesta una
hora, cuando nos levantamos, decidimos ir a casa de una amiga, cuya hija cumplía
años ese día. Mi esposa, había preparado unas galletitas dulces de regalo, con temática
de Harry Potter porque la nena era, como nosotros, fanática del mago.
Eran cerca de las 17.30. Mi esposa le avisó a nuestro hijo
que nos íbamos, y si quería venir con nosotros. El se negó, ya que estaba
ordenando su habitación porque ese mismo día (repito, 23 de diciembre) vendría la
chica con la que estaba saliendo. Entonces, nos fuimos.
Una hora después, aproximadamente, nuestro hijo me llamó,
mientras un amigo de él llamaba a mi esposa. Ambos llamados dijeron lo mismo.
Alex estaba sintiendo un dolor en el pecho, respiraba con dificultad y veía borroso.
En ese momento, nos estábamos despidiendo porque debíamos volver a casa, ya que
mi esposa estaba preparando comida para noche buena para nosotros y algunos
encargos.
5 minutos después llegamos a casa. Desde la calle se
escuchamos que alex se quejaba y que estaba convulsionando. Comenzamos a
hacerle RCP (como podiamos) mientras llamábamos a emergencias.
No voy a entrar en detalles, pero lo que pasó en los 25
minutos siguientes nos marcó como personas.
Recién a los 25 minutos llegó la ambulancia y a los 3
minutos, declararon el fallecimiento de nuestro hijo. Tenia 21 años y le
faltaban 10 días para cumplir 22.
Mi esposa estuvo recostada sobre el pecho nuestro hijo, tomándolo
de la mano por más de dos horas, llorando. De esto, al momento de escribir, han
pasado 2 meses. Aun no dejó de llorar.
La muerte de un hijo es lo peor que le puede pasar a una
persona. Para ella, era su único hijo, ya no tendrá nietos, no tendrá descendencia,
sus recuerdos serán dolorosos siempre. No pasa un día en que yo no use algo que
haya sido de él. Una remera, anillo, pulsera, una gorra… creo que no usar algo
de él es una falta de respeto a su memoria.
Lo cremamos, una parte de sus cenizas está en un ombú en una
plaza cercana a nuestra casa. Otra parte la tiene su papá biológico, de quien
hablaré en algún otro escrito, y el resto lo guardamos porque queremos ir a
Sierra de la Ventana a esparcirlas allí. Ese era su lugar en el mundo, como el
nuestro.
No hay consuelo para la madre o para mí. Si bien tengo
hijos, estoy alejado de ellos y uno de mis pensamientos es que si uno de
nosotros, -mi esposa o yo- se queda solo, SE QUEDA SOLO. Eso es lo peor que nos
puede pasar. Nos tenemos, sí, pero en algún momento del futuro, uno de los dos
se irá, dejando solo al otro…
Se que hablo desde el dolor, pero es así. Eso pasará, no hay
más hijos, ni parientes cercanos. Y aunque los hubiera, no podemos pedir a
nadie que esté con nosotros…
Estamos solos. Juntos, pero solos.
Seguramente esto, cambiará la manera en que escribo mis
escritos de lectura automática, pero así son las cosas.
Hoy pienso que la vida es una mierda.
Espero, en algún momento, que tengamos paz. Solo eso. PAZ.
No pedimos felicidad. PAZ.
Cómo Alex, que hoy tiene paz.
Solo eso me consuela.
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