Lo recuerdo bien. Estaba manejando cuando me cayó una idea como un rayo. UN LIBRO. Resulta que era nuestro aniversario y ella, gran lectora, nada que ver conmigo, llevaba años sin leer nada nuevo. Así que, conociendo un poco sus gustos, entré en una librería, de esas nuevas tipo boutique donde hasta te podés tomar un café. Doble placer: comprarle algo a mi dueña, y tomarme el sempiterno.
Mientras recorría los anaqueles, se me acercó un muchacho de
unos “veintipocos”, ofreciendo su asesoramiento, y por supuesto, un morocho. Acepté
ambos, aunque nada de morocho, le pedí un cortado…
5 minutos después, estaba sentado en una especie de silla
alta, con una mesa igual de alta delante, con mi cortado y varios libros, que
me iba trayendo mi asesor.
Medio perdido en leer las contraportadas, me estaba
decidiendo por dos de ellos cuando trajo un tercero. Recién ahí, lo leí. Algo raro
le pasaba, algo, que jamás lo había leído…
“Veintipocos” aún no sabía cómo decirles a sus padres su
elección. Elección tomada hacia algunos años y hasta tenia un novio al que
amaba, pero que ya estaba insistiendo en que los papás de “veinti” debían saber
que le pasaba por la cabeza y el corazón. La razón de porque no les había dicho
nada, es porque, sencillamente, tenia miedo de la reacción de su papá.
Cuando dejo aquel tercer volumen en mis manos, su cara era
de paz, pero ocultaba la realidad de cada día. Incluso, en el trabajo el no
mostraba sus elecciones de vida. Y todo esto lo hacía infeliz.
Entonces, por segunda vez decidí a meterme. Entonces, así nomás,
le dispare un “mirá, nene. Tengo mas noches que la luna y mas decisiones que
la mierda. Así que me doy el derecho de darte un consejo: Solo pregúntate si
sos feliz”.
Agarré los 3 libros y me fui a pagar. “veinti” se quedó ahí parado,
sin reaccionar cuando me fui.
No se que pasó después. No me importa, no es mi vida. Solo espero
que él tome decisiones y sea feliz. Nada más.

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