Blusas de regalo...


Una mañana decidí tomarme el día en el tacho; era el día del cumpleaños de la patrona. Entonces, encaré para Avellaneda (la calle, no la ciudad) porque allí está la ropa que a ella le gusta. La patrona es de gustos sencillos, ya le conozco la mirada. Además, tenía la noche lista, cine, cena y después, donde ella quisiera.

El escaparate de una boutique llamó mi atención mientras buscaba el regalo perfecto para el cumpleaños de ella. Entré a la tienda, donde los colores y las texturas de las prendas parecían danzar en armonía. Mi objetivo era encontrar algo especial, algo que reflejara el amor que sentía por ella después de todos estos años.

Mis ojos se posaron en dos blusas colgadas con gracia en una percha cercana. Una blanca, elegante y atemporal, y otra celeste, con un toque de frescura primaveral. Ambas parecían adecuadas para la mujer que había compartido conmigo tantas alegrías y desafíos.

Mientras me decidía entre las dos opciones, mi atención se desvió hacia una de las vendedoras. Una mujer joven con una sonrisa profesional en el rostro, pero sus ojos contaban una historia diferente. En un instante, pude "leer" en su mirada un dolor reciente, un peso que llevaba consigo.

Decidí no intervenir, respetando su privacidad, pero mi corazón se conmovió al darme cuenta de que la vida le había impuesto una carga difícil de llevar. La vendedora, en su afán de ayudarme a elegir el regalo perfecto, también llevaba consigo la pesadez de la pérdida reciente de un embarazo.

Continué examinando las blusas, pero mi mente divagaba entre la elección de regalo y la comprensión silenciosa de la historia no compartida de la joven vendedora. No pude evitar pensar en la dualidad de la vida, cómo en medio de la búsqueda de la alegría, a veces nos encontramos con la tristeza más profunda.

Finalmente, elegí llevarme las dos, en paquetes separados. Dos regalos que pensé en darle, uno apenas llegar a casa y el otro, después de la cena. Pagué en la caja, intercambié unas palabras alegres con la vendedora y me retiré, llevando conmigo el regalo y una conexión efímera entre dos extraños cuyas vidas se entrelazaron brevemente en una boutique.

Mientras salía a la calle, reflexioné sobre la fragilidad de la existencia y la importancia de la empatía silenciosa. Cada uno de nosotros lleva nuestras propias batallas, y a veces, la simple comprensión de que no estamos solos en nuestras luchas puede hacer toda la diferencia.

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